¿Sabes? Sé que no eres consciente de ello, quizá
algún día, cuando seas más mayor, te lo cuente o, tal vez, no. Ya se verá. Aún
queda mucho para que crezcas. La cuestión es que nos haces felices. Puede que
yo necesitara algo así en mi vida, pero estoy segura de que tu mamá y tu papá
sí lo necesitaban. No te puedes hacer una idea lo que han luchado por traerte a este mundo.
¿Sabes
qué, también?. A lo mejor son mis ganas, pero nos parecemos en muchas cosas. Al
igual que en tu caso, antes de mí había otro bebé que se estaba formando pero
que no pudo nacer. Y una vez que estábamos a punto de salir, casi no salimos. ¿Qué
te parece?. Pero no somos de rendimos ¿verdad?. Teníamos que estar en este
mundo.
Además,
siento que me entiendes cuando nos miramos. Veo tus gestos y no puedo evitar
sonreír. Conozco cada una de tus expresiones. Cuando ves algo nuevo y lo
observas con tus ojos profundos, intentando descifrar ese mensaje que aún no
entiendes. Cuando alguien con quien no tratas a diario se te acerca y le
frunces el ceño, apretando la boca. Cuando te ausentas del mundo con tu mirada perdida que parece buscar respuestas. Cuando nos ponemos frente al espejo y miras
con cara de sorpresa. Cuando me acerco a ti hablándote con voz estúpida de tía
enamorada de su sobrino y te pones nervioso, agitando las piernas, moviendo los
brazos y haciendo ruidos con la boca como si quisieras decirme algo. Cuando te
digo lo adorable que eres y me sonríes y después me apartas la mirada de la
vergüenza que te da y una vez que dejo de hablarte, me vuelves a mirar. Cuando
los demás no te dejan dormir y me acerco sigilosa a tu carro, te acaricio la
tripa o agarras mi dedo, te miro a los ojos e intento trasmitirte la paz que tú
me provocas. Cuando te canto, te susurro o simplemente te miro. No tienes pinta
de ser muy hablador. Creo que nos entendemos bien con las miradas. Eres de los
míos. Y después de eso, caes rendido y te duermes con esa cara de angelito. ¿Cómo
una cosita tan pequeña me puede hacer sentir tan grande?. Y te observo desde
ahí, desde arriba, y pienso en la envidia que me das. Cuánta pureza. Cuánta
inocencia. Cuánta belleza reúnes en ese momento. Qué bonito todo lo que
provocas sin querer. Cuánta felicidad repartes. Me encanta ver así a tu abuela.
Tú existencia es la mejor terapia. Se la ve contenta, ¿sabes?. Con ilusión.
Hacía tanto que no la veía así… Años. Y a mí me hace sentir mejor. El mundo
parece menos malo desde que tú formas parte de él. Y bueno, a tu tío… perdónale
porque no sabe lo que hace. Parece siempre el más inmune pero estoy casi segura
de que es solo fachada y de que es el que más trato necesita. Y nuestra familia…
bueno, es distinta, complicada, no será la ideal pero te aseguro que todos te
queríamos aquí. La psicología te hace juzgar mucho menos y reflexionar mucho
más.
El
primer texto que escribo llorando, ¿te parecerá bonito?. Ni los chicos de los
que me he enamorado lo han conseguido. Pero claro, es que detrás de ti hay tanta historia…
Podría escribir un libro solo de esto.
Y ahora
que no me entiendes, voy a aprovechar para decirte que siempre voy de tía dura
(y ahora más que ya es un título oficial) pero contigo se me desbordan los
sentimientos. Eres increíble. ¡Hasta el llanto lo tienes bonito!. También
quiero decirte que no me arrepiento de nada de lo que he hecho en mi vida, pero sé que si
algún día te fallara no me lo perdonaría. Eso seguro. Desde el primer día
estuve a tu lado y lo pienso estar hasta el último. Me da igual lo que tenga
que dejar por el camino, pero de ti no me alejo ni aunque me obliguen. Quiero
hacer las cosas bien contigo. Y las voy a hacer. Cueste lo que cueste. Sé
que saldrá bien. Sé que nos entenderemos. Sé que confiaremos el uno en el otro.
Voy a estar siempre ahí, te lo juro.