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viernes, 28 de septiembre de 2012

Rutina del ayer

21:00h de la noche, un vagón lleno de gente que continúa su rutina. A su derecha, la viva imagen de una historia de amor comenzada, un amor perfecto reflejado en el brillo de los ojos de la chica de al lado. Ella pulsa velozmente las teclas de su móvil mientras conversa con el que ahora piensa que es el hombre de su vida. Esa inocencia que el primer amor nos provoca y que luego, con el paso de los años, de los golpes y de los daños se ve reducida a una mota de esperanza. Más allá, un chico adulto, perfectamente vestido, un traje elegante y una corbata a juego con la camisa. El claro reflejo de una persona atada a su trabajo que no tiene tiempo para disfrutar de su vida, estrechamente ligada a órdenes, estrés y complicaciones. Detrás, apoyada en la barra una pareja ve pasar las estaciones mientras se mantienen en silencio, este seguramente provacado por una pelea reciente, y así, ven avanzar el tren reflexionando sobre lo que cada uno de ellos solo sabe. En frente, madre e hija charlando, poniéndose al día, narrando historias y contando novedades. Y allí, mirando por la ventana, una chica enciende su móvil y se coloca los cascos, intentando evadirse del ruido del tren. La música suena fuerte, pero aún más fuerte suena su interior. Ese que le grita y le hace entristecer. Ese que tiene el mismo color que el cielo en esta fría noche de invierno. Ella apoya su brazo en el resquicio de la ventana y su cabeza sobre este. Las gotas de lluvia golpean el cristal. Entonces, suena una canción. Ese tipo de canción que parece relatar un momento de su vida, quizá algo vivido, tal vez algo que está por vivir o incluso algo por lo que está pasando ahora mismo. Sus ojos se empañan de recuerdos, de historias, de sonrisas, de miradas, de conversaciones, de caminos a casa, de celos, de temor, de dudas, de cobardía, de miedo, de amor, de él... Hace un esfuerzo por contener el llanto y su mirada, perdida a saber en qué lugar, se centra en el paisaje. Y ve pasar las estaciones, los trenes, gente que viene y va, gente que entra y que sale, gente que se queda y gente que se distancia, como en la vida. 

De repente, otra canción, peor aún que la anterior, el simple sonido de los primeros acordes le hacen sentir un pinchazo en su interior, una lágrima se desborda sobre el precipio de sus ojos la cual intenta frenar con el pulgar de su mano izquierda. 

 El tren se detiene en su estación y la gente colapsa la salida. Ella, distinta al resto, espera paciente a que todo se calme, entonces decide salir y regresar a casa. Llueve a mares, se empapa, se cala hasta el rincón más oculto de su piel, pero no importa. Allí fuera no puede hacer más frío que el que siente en su interior.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Un anticipo

Y te vuelvo a encontrar, donde siempre, donde nos conocimos, donde seguramente nos diremos "adiós". Cruzamos nuestras miradas en la lejanía y mi mente se teletransporta años atrás.

Estamos juntos, caminando mientras todos nos miran, ellas envidiosas, ellos ignorantes, nosotros conscientes de todo. Estamos rompiendo las normas y eso nos gusta. Nos observan pero da igual, seguimos a lo nuestro, charlamos, reímos, con los pies en el suelo y la cabeza a saber dónde. Felices, al fin y al cabo.

Esos tiempos en los que yo estaba para ti y tú para mí, en los que podía contar contigo porque tú mismo me lo dijiste: "Si quieres hablar del tema este que te preocupa, o de cualquier otra cosa, puedes confiar en mí, cuando lo necesites aquí me tienes". Mis ojos se empañan al recordar esas palabras, esos segundos que serán eternos... "Se fuerte"me repite mi subconsciente y eso trato de hacer. Te sigo observando hasta que el muro lo impide y marcho melancólica a casa. Hace un sol deslumbrante y un calor sofocante pero yo solo siento frío en ese momento, como un día de invierno en el que llueve a mares y tiritas mientras te empapas porque se te ha olvidado el paraguas. Esa maldita sensación que se apodera de mí cada vez que siento que te pierdo.


Y es que, lo de hoy solo ha sido un anticipo a lo que, antes o después, acabará llegando: el olvido. Te divisaré en la lejanía e irás desapareciendo cada día un poco más hasta que ya no te vea, pero ni con esas te dejaré solo porque desde el día que te conocí ya te llevaste un parte de mí. Así que, si por algún casual te sientes solo o triste, simplemente pon la mano en tu corazón, yo estaré ahí, a tu lado, como siempre.


martes, 11 de septiembre de 2012

Ayúdame a olvidarte

Quizás sea una señal del destino. Tal vez el futuro esté intentando decirme que tengo que pasar de ti. Que no debo verte, ni pensarte, ni esperarte, ni desearte, ni soñarte... Que no debería hacer nada que tuviera relación contigo. Y poco a poco, lo voy consiguiendo. Para mí ya no eres lo que eras, pero siempre serás algo. Algo que un día se me clavó dentro, como la espina de una rosa, y que no conseguiré sacarme. Y sé que esto tiene un fin y que está muy próximo, y créeme, si por mí fuera, esto no acabaría nunca pero ... lo haces tan complicado que me debilitas, me quitas las ganas, la ilusión, la alegría... me quitas todo y no me das más que preocupaciones. Te quise más que a mi propia vida, pero no paras de decepcionarme. Aunque, pensándolo bien, la culpa es mía por esperar tanto de ti. Pero aún así, no aprendo. Otra vez ese sentimiento de frustración, de impotencia, de rabia, todo causado por ti, por tu forma de actuar. Hazme un favor, será el único que te pida: sigue ignorándome, sigue sin escribirme, sin hablarme, sin preocuparte por mí, sin saber nada de mí, sin mostrar el más mínimo interés hacia mi persona, continúa destrozándome, partiéndome en pedazos y no te sientas responsable del daño que me causas. Sigue así, por favor. Ayúdame a alejarte de mí. 

¿Sabes? Puede que en tiempos pasados hubiera llegado a pensar que yo no era suficiente para ti, pero todo ha cambiado. Ahora realmente creo que no me mereces. No es justo que habiendo hecho poco me hayas tenido a tu disposición para lo que quisieras. No es justo haberte amado durante años para que tú no dieras ningún paso más. No es justo pasarme las noches en vela por tu puta ausencia. No cariño, no es justo. No has sido justo conmigo. Y ya estoy cansada. No puedo soportarlo más. Me parte en dos ver que no haces nada por evitar que lo nuestro se termine. Y yo... yo no puedo seguir tirando de los dos, estoy agotada. No tengo fuerzas para luchar por ti y por mí. 

¡Se me olvidaba! NUNCA ME SONRÍAS. Te pido que no lo hagas porque cada vez que lo haces, me vuelvo a enamorar. Es justo en ese instante cuando todo cobra sentido. Así que, por favor, jamás me vuelvas a sonreír. Ayúdame a olvidarte.

martes, 4 de septiembre de 2012

Fuck it and just live

Incontrolables ganas de vivir. De salir. De viajar. De experimentar. De crecer. Ansias de felicidad. De reír hasta que duelan las mejillas. De bailar hasta que duelan los pies. De cantar hasta quedarme afónica. Deseo innegable de disfrutar de la edad que tengo. De beberme las penas. De fumarme los recuerdos. De brindar por cada desamor y de celebrar los que faltan por llegar. De salir a la calle y sentir que puedo comerme el mundo. De sentirme atractiva. De sentirme más mujer que nunca. 
Critica mi actitud infantil mientras me mofo de tus prejuicios. Júzgame sin saber nada de mí mientras yo me voy descubriendo. Quéjate de que pongo la música alta mientras abro mi mente con ella. Ve amargándote mientras enriquezco mi alma. Puedes llamarme niña, cría, inmadura, alocada; no me lo considero pero ¿y si lo fuera qué? Es lo que toca en la adolescencia. Pero ¿sabes? Solo tengo una vida y no quiero vivirla como se debería sino como me apetezca. Prefiero arrepentirme de algo que he hecho que de algo que nunca me atreví a hacer.