Visitas

jueves, 24 de abril de 2014

Qué se siente

Dime, qué se siente.
Qué se siente cuando te sigues encontrando en mis letras,
en la superficie y en la profundidad de estas.
Qué se siente al ser dueño de mi voz,
que susurra tu pasado en el papel.
Qué se siente al verme desnuda, abierta, entregada,
a la espera de que tu recuerdo me penetre y me haga sentir.
Qué se siente cuando te das cuenta de que nunca he mentido,
que mis miradas y sonrisas llevan tu nombre.
Qué se siente cuando alcanzas lo que sueñan los mortales,
esa eternidad que te regalo dejándote en escritos.
Qué se siente al pasear por esta ciudad de esperanza,
al caminar entre las ruinas que quedan de ella.
Qué se siente sabiendo que eres el propietario de este solar desterrado,
donde había tantas ilusiones construidas que se vinieron abajo.
Qué se siente al haber causado tanto daño
y seguir siendo el protagonista de mi inspiración.
Dime, qué se siente cuando te quieren de verdad,
cuando el "por siempre" se queda corto,
cuando el amor es real.
Dime, qué se siente. 
Dime, ahora, qué sientes.

miércoles, 23 de abril de 2014

La odiaba




La odiaba como se odian las cosas que más gustan.

La odiaba como al domingo, porque le incitaba a reflexionar.

La odiaba como a la música, porque le abría en canal.

La odiaba como a la lluvia, porque le hacía romper a llorar.

La odiaba como se odian las cosas que te surcan el alma partiéndola a la mitad,

agitando y revolviendo todo, para bien y para mal.

jueves, 17 de abril de 2014

La asíntota de tu indiferencia

Y me encontré en cama ajena, regalando los besos que me sobraron de tu amor, ese que no pude darte y que hasta ayer guardé. Los saqué del cajón de las ausencias, repleto de las tuyas, para entregárselos al mejor postor. Con los ojos cerrados ante los suyos pues tu mirada no se hallaba detrás, ¿para qué mirar? Y, jugando al escondite, jugaba a que te había olvidado aunque con cada caricia que me daba, tu recuerdo volvía a mí y me sentía incompleta. Me incomodaba por igual tanto dar amor como recibirlo sin sentirlo. Yo, que estaba acostumbrada a besarte con la mirada y a abrazarte con sonrisas. A sentir amor sin poder recibirlo ni dártelo. Sus brazos me rodeaban y me sentía presa de aquello que nunca compartí. ¿Dónde estaban los tuyos? ¿Por qué la que me rozaba suavemente no era tu mano? ¿Por qué no era tu voz la que me susurraba? Recuerdo empañarle los ojos con los suspiros que reclamé por ti. Mi dedo índice se paseaba por su espalda pero solo alcanzaba a deletrear tu nombre. Las cuentas no me salían en aquella piel, demasidados lunares para ser tuya. Y me perdí en la asíntota de tu indiferencia, deslizándome por los rincones de tu memoria, esa que ya no tiene sitio para mí, que ya no me recuerda, que te ayuda a olvidar. Esa que me aparta de tu lado y me impide disfrutar...

domingo, 13 de abril de 2014

Cuando el sol se pone


 
Será que no soy como el resto porque prefiero pasear por la playa cuando apenas queda nadie. En esas horas en las que la brisa toma carácter, el sol se pone, la marea se revoluciona, y la noche empieza a caer. Será que me identifico con el mar a esas horas. Disfruto sentándome en una roca mirando al horizonte, sintiéndome pequeña ante la inmensidad del océano, volviéndome algo más vulnerable, humilde e insignificante, desprendiéndome del egocentrismo y del superpoder que nos damos los humanos cuando, en realidad, estamos a merced de la naturaleza. En ese momento me siento en armonía con el mundo, al menos, con ese pedacito de mundo. El mar... Escuchar las olas yendo y viniendo, incitándome a entrar cuando mojan la orilla y advirtiéndome de que no lo haga cuando se adentran en sí mismas. Y las horas pasan muertas. Los pensamientos se agolpan y mi mente viaja de idea a idea sin dar ventaja a alguna de ellas. Sin darme cuenta el sol ya no está y lo agradezco, ya que ha dejado sitio a la luna, esa que tantas noches ha sido testigo de mis textos y sonrío mirándola, cómplices, solo nosotras sabemos lo que oculta la tinta de mi bolígrafo. La miro y me pierdo en ella. Blanca, redonda, pura, luminosa. Qué belleza. Qué atracción por aquello que ilumina mi oscuridad, esa en la que tantas veces me pierdo. Al fin y al cabo, todos buscamos algo así. Y el aire se vuelve frío y siento mi vello erizado y me hace sentir bien. Cuando tenemos la piel así es síntoma de que estamos sintiendo. A veces, esa sensación me teletransporta a otras que he tenido y los recuerdos me invaden. No sé si mi cuerpo estremece por el clima o por el pasado. Y me hago más pequeña aún, pero sonrío. Me pongo en pie y camino por la orilla, bañándome los pies en ese agua que ya está fría, así como no le gusta a nadie, así como me gusta a mí...

viernes, 4 de abril de 2014

Nicotina y menta

Regreso camino a casa con tu mirada clavada en mis pupilas, con tu sabor a nicotina y menta acostado en mi garganta y con tu olor impregnado en cada poro de mi piel, pareciendo que me abrazas con cada soplo de aire, haciendo temblar mis piernas, poniéndomelo más difícil tras cada paso que doy, algo que en realidad me gusta. Al acostarme en la cama, el recuerdo me invade y me teletransporto a la tuya, esa que hace unos minutos ha sido testigo de un instante de perfección. Las sensaciones recorren de nuevo mi cuerpo y una sonrisa juguetona me descubre. Tu brazo está arropándome, acariciándome el pelo, mi cabeza apoyada en tu pecho y mi brazo rodeando tu cintura, en un momento en el que el silencio toma protagonismo porque las palabras son innecesarias cuando los cuerpos están hablando. Involuntariamente abrazo la almohada y el presente me repatria. Abro los ojos pero lo que me veo no me es suficiente si pienso que podría estar mirando los tuyos. Los vuelvo a cerrar y busco la postura idónea para dormir, volviendo tu perfume a mí en cada movimiento que hago, y Morfeo, que es un amante celoso, harto de mis desvelos por ti, me rapta lanzándome al abismo de un sueño en el que espero volver a verte pues conozco tu impaciencia cuando estás sin mí. Rescátame y llévame a dormir contigo, que esta noche no quiero otros brazos.