Visitas

lunes, 28 de enero de 2019

Comienzos con finales y viceversa

Carta al futuro no-padre de mi futuro no-hijo:
Si estás leyendo esta carta, supongo que ya es tarde. Sin embargo, no quiero dejar de decirte que lo habrías hecho bien a pesar de las dudas. Yo hubiera creido en ti por los dos, una vez más. 

Si hubiera sacado lo mejor de ambos y fuera un niño rubio, con el pelo rizado y los ojos verdes, no muy alto, pero sí activo, inquieto y curioso, con un corazón lleno de bondad y la mejor de las intuiciones para saber cuándo entregarlo, habrías tenido la energía suficiente para cansarle y ayudarle a dormir, la paciencia inagotable para entenderle y el talante necesario para educarle. Le habrías ayudado a descubrirse sin intentar ser, jamás, titiritero. Eso lo sé bien porque fue lo mejor que hiciste conmigo. Habrías estado ahí ante la lluvia, el frío, el invierno, pero también en mitad de un campo a las tres de la tarde un lunes de agosto. No tengo ninguna duda de que jamás un niño se reiría tanto con un padre. Sé que te admiraría, no por lo que tienes, no por lo que haces, sino por cómo haces lo que haces con lo que tienes, por cómo eres y ayudas a ser.  

Si hubiera sacado lo peor de nosotros y fuera un niño moreno con el pelo encrespado, los ojos marrones, bajito, regordete, con gafas y aparato, torpe y poco hábil por momentos, habrías sabido alimentarle y nutrirle de la mejor manera, le habrías invitado a cocinar, a buscar recetas y a hacerse su propio calendario a color. Le habrías leído libros de todos aquellos que llevaron gafas y eran poco hábiles por momentos y a pesar de ello, triunfaron. Practicarías con él todo tipo de ejercicios para mejorar su coordinación, para que fuera más ágil, más veloz, más atrevido. Aunque no quiero mentirte, en este caso estaríamos más jodidos. Si nos dan a elegir, nos quedamos con lo más perfecto. 

Me habría dado igual cincuenta, noventa o doscientos metros cuadrados. El tipo de ventana. El color de las paredes. El número de habitaciones. Porque comprendí que, aun teniendo todo el espacio del mundo, mi lugar favorito era a tu lado en un sofá de dos plazas. Que, por cierto, deberías cambiarlo porque esta amoldado a nuestra figura y sentarse ahí, a partir de ahora, es convivir con mi sombra. No te lo recomiendo. Sé que dejarás todas mis cosas en su sitio, que la casa estará habitada también por mí porque en el fondo, tú también eres un poco masoca y al menos, el dolor te recuerda que estás vivo. Y esa sonrisa que de vez en cuando se te escapa al mirar nuestra foto, que fuiste feliz. Te entiendo, pero no te lo puedo aconsejar. Guarda todos mis trastos en cajas y esas cajas en otras y esas al fondo del armario o debajo de la cama. Escóndeme. Entiérrame y no acudas como invitado a ese espectáculo tan sádico del que hemos hecho una costumbre respetada. Y si puedes, cambia de casa, abandona esas cuatro paredes antes de que sientas que te caen encima y aplastan. 

Sálvate aunque sea lo último que hagas por mí.

Te quiere,
la futura no-madre de tu futuro no-hijo.