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martes, 27 de septiembre de 2016

A ti, que sabes de sobra quién eres...



Te prometo que he tenido que levantarme de la cama para escribir(te) esto. No he podido tener un pensamiento y soltarlo en el móvil como otras noches años atrás. Necesitaba levantarme y tú me has dado el impulso.

Llevo una hora y cuarto pensando en ti. Me duele decirlo por lo que conlleva, pero quiero ser sincera conmigo misma después de tantos meses. UNA HORA Y CUARTO pensando en ti. Es la segunda vez que lo hago en el día. La primera vez fue más inocente, una simple imagen tuya por un pasillo, una sonrisa en las costillas y de vuelta a clase. Esta segunda ha tenido mayor impacto. Te echo de menos.

Qué jodidos son los comienzos. Sobre todo si comienzas una historia que está por escribir en el mismo sitio donde otra historia se escribió. QUÉ JODIDO.

Una hora y veinte pensando en ti y aún no sé si necesito salir corriendo, llorar, masturbarme o buscarte. No te voy a engañar. La primera idea era correrme con nuestra imagen, pero en vez de mancharla de sexo, la han salpicado montones de recuerdos. Se me habían olvidado tantas cosas... que tres años parecían apenas un mes, así que tuve que leernos. QUÉ BONITO. En serio, no recordaba lo especial que era todo. Absolutamente todo. Tan bonito que me he sentido como en aquellos momentos. Las mismas palpitaciones, el sudor frío, las manos heladas, las mejillas ardiendo, la debilidad en las piernas. Y me ha entrado un miedo horrible. Y una felicidad inmensa, eso también. QUÉ BONITO. Lo que no recordaba es que tan sólo un mes después tuviéramos tanta confianza y cuando digo "tanta", sabes a lo que me refiero. Yo siempre me sentí diferente y tú lo reafirmaste. Para mí siempre fuiste especial. Creo que mañana me dedicaré a idealizar cómo habríamos funcionado en la misma época, con la misma edad o parecida, en otra circunstancia. Por hoy ya he tenido bastante aunque no tenga nada de ti. Sólo fechas, horas, palabras, recuerdos... Luego, no voy a mentirte, no podía estirarme. Necesitaba estar encogida en la cama leyéndonos. Supongo que desde el primer día, cada vez que algo tuyo me rodeaba, algo en mí se encogía. Después, los correos se acabaron y vinieron las imágenes más grises. La parte fea de la historia. Lo que no querría que hubiera pasado. El error. Y, sí... he llorado, en silencio y sin querer, no he podido controlarlo.

Ojalá hubiera sido diferente. A día de hoy sigo sin saber quién ha salido más perjudicado. Imagino que tú, pero créeme que no lo tengo fácil porque te pienso más de lo que debería. Lo que debería, lo que deberías, lo que deberíamos... ya sabes el resto.

Es una pena que todo haya acabado y la forma en que lo hizo. La penúltima vez que te vi, ibas acompañado de una mujer, me viste y me quitaste la mirada para que no te saludara. ¿De qué tienes miedo? ¿No confías en mí a estas alturas? Yo no te traicionaría (aunque sea escorpio)... La última vez que te vi, yo era la acompañada, y tú sonreíste y me guiñaste un ojo, como si nada, pero era tarde... ¿Qué sentido tenía si no te fías de mí? O quizás no te fiabas de ti en aquel momento...

Aun así, me encantaría poder verte y saber de ti. Sin doble intención. Sólo eso. Hablar. De verdad me interesas, no es sólo algo sexual. Yo, voy a intentar ser fuerte y aguantar sin buscarte el año y medio que me queda allí. No por mí, sino por... ¿ti? Sólo sé que si decides buscarme me vas a encontrar. Yo sigo aquí, aunque pasen los años. 21-A tardes. Cuando la casualidad no acompaña, se causa.

Me acuesto de nuevo, pensando en ti, que sabes de sobra quién eres..., pensando en mí, que sé de sobra quién soy.., deseando que me sigas leyendo (confío en que sí) y que, por fin, me des una respuesta. Te espero.