Visitas

jueves, 25 de junio de 2020

Función de teatro


Soga Del Verdugo En El Suelo Imagen de archivo - Imagen de noose ...














Me sorprendió una pesadilla de madrugada.
Una voz me hablaba desde dentro
pero no lograba escucharla.
Entonces quise contestarle,
pero mis músculos dormidos eran incapaces
y solo lloraba.

Alguien al otro lado
empezaba a amoratarse porque se aguantaba el aire
y hasta el último momento no lo soltaba.
“Mírame” –repetía- y mis párpados aunque querían
no se cerraban.

Cogía la cuerda entre sus manos
la acariciaba con mimo y cuidado
y de repente estiraba
y la soga se alargaba
y las piernas colgaban
hasta descolgar el cuerpo del banco.

Y yo, que quería ayudarle,
intentaba soltarle,
pero más fuerte se apretaba
y me maldecía porque no le daba
la ayuda que necesitaba.

Forcejeamos durante unos segundos
mis dedos contra los suyos
mi tronco contra el suyo
y volvió a la vida aunque moribundo.
Me dijo que lo sentía,
pero al poco rato se escabullía
y miraba la cuerda y temblando
subía y me buscaba deseando
que le pidiera que no lo hiciera
pero entonces era tarde
y saltaba y anudaba y colgaba
y pedía auxilio ante mi cara
y mis ojos rogaban y ante mi rostro
soltaba y sus pies de puntillas aguantaban.
“Ayúdame” –gritaba a pleno pulmón-
pero mi corazón cansado de tanto llanto provocado
salió por la puerta dando un portazo
y le dejó solo sollozando.

Apenas unos segundos después,
sus dedos tocaron el banco, sajó el arnés,
descolgó la cuerda y la tiró por el tejado.

Con el telón bajado,
¿de qué sirve el espectáculo?

lunes, 28 de enero de 2019

Comienzos con finales y viceversa

Carta al futuro no-padre de mi futuro no-hijo:
Si estás leyendo esta carta, supongo que ya es tarde. Sin embargo, no quiero dejar de decirte que lo habrías hecho bien a pesar de las dudas. Yo hubiera creido en ti por los dos, una vez más. 

Si hubiera sacado lo mejor de ambos y fuera un niño rubio, con el pelo rizado y los ojos verdes, no muy alto, pero sí activo, inquieto y curioso, con un corazón lleno de bondad y la mejor de las intuiciones para saber cuándo entregarlo, habrías tenido la energía suficiente para cansarle y ayudarle a dormir, la paciencia inagotable para entenderle y el talante necesario para educarle. Le habrías ayudado a descubrirse sin intentar ser, jamás, titiritero. Eso lo sé bien porque fue lo mejor que hiciste conmigo. Habrías estado ahí ante la lluvia, el frío, el invierno, pero también en mitad de un campo a las tres de la tarde un lunes de agosto. No tengo ninguna duda de que jamás un niño se reiría tanto con un padre. Sé que te admiraría, no por lo que tienes, no por lo que haces, sino por cómo haces lo que haces con lo que tienes, por cómo eres y ayudas a ser.  

Si hubiera sacado lo peor de nosotros y fuera un niño moreno con el pelo encrespado, los ojos marrones, bajito, regordete, con gafas y aparato, torpe y poco hábil por momentos, habrías sabido alimentarle y nutrirle de la mejor manera, le habrías invitado a cocinar, a buscar recetas y a hacerse su propio calendario a color. Le habrías leído libros de todos aquellos que llevaron gafas y eran poco hábiles por momentos y a pesar de ello, triunfaron. Practicarías con él todo tipo de ejercicios para mejorar su coordinación, para que fuera más ágil, más veloz, más atrevido. Aunque no quiero mentirte, en este caso estaríamos más jodidos. Si nos dan a elegir, nos quedamos con lo más perfecto. 

Me habría dado igual cincuenta, noventa o doscientos metros cuadrados. El tipo de ventana. El color de las paredes. El número de habitaciones. Porque comprendí que, aun teniendo todo el espacio del mundo, mi lugar favorito era a tu lado en un sofá de dos plazas. Que, por cierto, deberías cambiarlo porque esta amoldado a nuestra figura y sentarse ahí, a partir de ahora, es convivir con mi sombra. No te lo recomiendo. Sé que dejarás todas mis cosas en su sitio, que la casa estará habitada también por mí porque en el fondo, tú también eres un poco masoca y al menos, el dolor te recuerda que estás vivo. Y esa sonrisa que de vez en cuando se te escapa al mirar nuestra foto, que fuiste feliz. Te entiendo, pero no te lo puedo aconsejar. Guarda todos mis trastos en cajas y esas cajas en otras y esas al fondo del armario o debajo de la cama. Escóndeme. Entiérrame y no acudas como invitado a ese espectáculo tan sádico del que hemos hecho una costumbre respetada. Y si puedes, cambia de casa, abandona esas cuatro paredes antes de que sientas que te caen encima y aplastan. 

Sálvate aunque sea lo último que hagas por mí.

Te quiere,
la futura no-madre de tu futuro no-hijo.

lunes, 3 de septiembre de 2018

Wake me up when september ends...


SEPTIEMBRE, diez letras que marcan el inicio de una etapa nueva. Siempre ha sido mi mes preferido, quizás por la cantidad de cambios que suele traer. Conocer gente nueva, aprender cosas diferentes, poner a prueba tu capacidad de adaptación, fantasear con algo distinto... Para ser más exactos, septiembre, octubre y noviembre son LOS MESES DEL AÑO. Septiembre y su frescura, octubre y sus hojas caducas, noviembre y mi cumpleaños, aunque pensándolo bien, esto último cada vez me angustia más.

Septiembre y octubre, el renacimiento, la carta del tarot que te habla de cambios, de la oportunidad de acabar con esos daños que caen de los árboles, aplastarlos y seguir hacia delante... Nadie nos habla del frío que queda después. 
A mí nunca me había gustado lo de llevar tres capas de ropa. Sin embargo, ahora me siento cómoda así, tapada, como pudiendo estar más dentro de mí que de costumbre, poniendo barreras al resto para alcanzarme, sentirme protegida, a salvo de un mundo que cada vez temo más. ¿Cuál es tu miedo?, me preguntan. El conservadurismo del ser (lo de humano lo omito desde comprendí el horror que somos capaces de causar a los más inocentes). De verdad, es aterrador. 

Imagen relacionadaAhí fuera hay gente que lanza misiles a diario por un cacho de tierra; hay gente que cosifica a los animales y a las personas; hay gente que se cree con más derechos que otra por la simple casuística de haber nacido en un territorio. Sobre esto, quiero hacer un apunte. Y sí, trata sobre esas decenas de personas africanas  que se tiran al mar con tal de dejar atrás una vida de mierda, a la que ni siquiera se la puede llamar vida, y de cómo nosotros, los otros, los del primer mundo (siempre la clase, la élite, la diferencia, la estructura social que te pone en un sitio que no has elegido), les cerramos las fronteras para proteger lo que es nuestro, para que no nos quiten el trabajo, para que no nos roben, para que no nos maten, para que no se nos acaben las excusas. 
A mí también me jode la cantidad de gente de fuera de Madrid que viene a Madrid a buscar trabajo. Oye, aunque seas de Cuenca, también me estás quitando trabajo. Aunque seas de Zamora, me estás quitando trabajo. Aunque seas de Pontevedra, me estás quitando trabajo. Te podría decir lo mismo: vete a tu puta comunidad, de donde eres y donde has nacido, porque ése es tu sitio, no vengas al mío a quitarme lo que me pertenece por haber nacido aquí. Ahora no nos gusta tanto el argumento, ¿verdad? Si les dices esto, atañen a que ellos tienen sueños más fáciles de alcanzar en una ciudad grande, repleta de oportunidades. Pero eso si eres pobre, si vienes de un país donde más que echarte una mano, te la arrancan si pueden, no vale. Porque se tiene en cuenta un país, ahí dentro todo vale, lo de fuera ya... Son enemigos. Yo me he entendido mejor con gente de fuera, que ha viajado, que con mi propia familia. No sé, llamadme rara. 

Como decía, ahí fuera hay gente en contra el aborto, que pone por encima el derecho a la vida que a la calidad de la misma, al igual que con la eutanasia. He visto a madres persiguiendo a sus hijas porque éstas corrían (sorprendente en un niño pequeño) y aparte de castigarla, lo hacían agarrándolas del pelo. He visto a padres llamar tontos a sus hijos, gritándoles por su bien. He visto a abuelos tirando de nietos, sin apenas poder tirar de ellos mismos. He visto a padres propagando la homofobia y el racismo y luego escandalizarse cuando a su hijo le llamaban gordo. Veo, cada día, en consulta, niños llenos de rabia y de tristeza a partes iguales. Veo una inocencia mancillada, manchada de estupidez, de frustración y de costumbrismo. Veo gente que no se plantea sus creencias porque "a mí me han enseñado así". Veo borregos y pastores, y muchas veces ni se pueden distinguir. Veo un mundo repleto de mierda y tengo que luchar con eso cada día y contra gente que te dice que por qué no sonríes más, que estás apagada.

Luego me vienen a consulta adolescentes sin ganas de vivir porque también han visto esto, con el cúmulo de sensaciones polarizadas que se experimentan al día y no me sorprende, por desgracia no me extraña y por consecuente, no sé qué decirles. Que se pongan la careta de payaso, que imaginen que todo es una pesadilla y que pronto despertaremos en un mundo mejor. A veces entiendo la eficacia de las sectas. Quién no quiere un despertar en otro lugar menos horrible... 

Veo gente que tiene hijos porque no saben cómo solucionar sus matrimonios. Veo gente diciendo que si quieres al otro de verdad, tienes que aguantarlo todo de él y tener paciencia. Veo gente llena de sentimientos de culpa por una ideología religiosa. Veo gente que no se plantea el porqué de las cosas. Veo gente que aun teniendo dos calles para transitar, lo hace por la tuya y detrás de ti, muy cerca y que disfruta. Veo gente criticada por cómo viste, por cómo se maquilla, por cómo habla, por cómo es. Veo odio, rencor, egoísmo, violencia, oscuridad, fin del mundo. 

Resultado de imagen de destruccion

Llamadme loca, pero creo que pronto habrá una enorme catástrofe que acabará con la mayoría de los humanos. Ojalá la naturaleza se rebele y nos ponga en su sitio, por imbéciles. 

viernes, 6 de abril de 2018

Érase una vez...

Una vez tuve un amor. Bueno, tenerlo tenerlo, nunca lo tuve, al menos no en las manos, no entre los brazos aunque siempre en la cabeza, constantemente en el pecho. Fueron muchos años en los que pensé tenerlo todo. Me sentía plena o ese es el recuerdo que tengo, aunque no es del todo cierto. A veces, la mente borra recuerdos dolorosos, eventos traumáticos. Supongo que es parte de la supervivencia, un acto reflejo primitivo y natural. 

Imagen relacionadaTambién hubo muchos momentos de tensión, frustración, rabia, impotencia y, sobre todo, mucha tristeza oculta porque el cerebro se empeña en no recordar lo malo y quedarse con lo bueno. Por eso, a veces, nos tiramos toda una vida preguntándonos por qué nos afecta tanto eso, por qué nos duele aquello otro, por qué somos incapaces de ese algo... Y nos faltan respuestas. Y nos faltarán de por vida porque no todo se puede saber, porque no para todo estamos preparados. Y si tuviéramos el poder de saberlo, quizás tampoco querríamos. Yo tuve esa necesidad. Quise saber si podría darse una relación mutua, un sentimiento compartido, un amor de verdad, de ese que acaba en un pacto entre dos personas que se piensan, en un contrato sin sellos ni firmas, pero con toda la intención del mundo. Me declaré. Me declaré porque sentía que era la única forma de vivir sin preguntarme todos los putos días de mi vida si podría ser o no. No hay nada peor que vivir en la cuerda de la incertidumbre. Tambalearte por las mañanas, tambalearte por las noches, tambalearte cada vez que te sonríe, tambalearte cada vez que se va, tambalearte cuando te escribe, tambalearte cuando te llama, tambalearte cuando te mira, caminar de puntillas, no saber dónde pisar ni cómo dejar huella. No hay nada más difícil que la duda, ni siquiera el rechazo porque el rechazo es una forma de aliviar el alma, el cuerpo, ese que ha sufrido tanto durante tanto tiempo aunque también ha sentido la felicidad extendiendo sus ramas por dentro. 

Yo dejé de ser feliz cuando dejé de verle, cuando entendí que no íbamos a ser nada, cuando choqué con la realidad de su distancia, cuando entendí que nunca existiría ese momento en el que nuestros labios se juntarían, ni atardeceres compartidos, ni sexo romántico sobre la alfombra, ni noches de hotel ni fotos de viajes con las que decorar la casa, ni siquiera abrazos. Algún vez le robé una caricia de mi mano por su cintura, de mi mano en su brazo, de mi mano con su mano. Yo con él fui muy despacio, pero mis sentimientos... mis sentimientos iban por libre, adelantando por la izquierda a 200 km/h y sin casco. Tan rápido y tan inconsciente que al mes de conocerle estaba enamorada y tan solo me bastó con escucharle decir mi nombre. Juró que en ese momento mi vida encontró el sentido, sentí ocupar un lugar en el mundo y quise dejarle un espacio donde él también cupiera porque mientras me llamara, yo seguiría sintiendo que formo parte de algo, que tengo mi sitio en un planeta de extraños. Tenía en la mirada un misterio sin resolver, el enigma de la atracción por el que tanto preguntamos. Nada más que eso, creer que detrás de esa persona, que detrás de ese cuerpo que te enciende, existe una historia por descubrir, un adivinanza por resolver, una cicatriz que curar, un incendio que apagar. Todo se resume a eso, al interés por lo desconocido, a la atracción por lo prohibido, a la condena. 

Resultado de imagen de chica pensativaMe he pasado muchos años buscando el estallido que provoca acercarte a lo que no te puedes acercar, pensar en ese que no debes pensar, soñar con eso que no tendrías que soñar, masturbarte con las imágenes más bizarras para la sociedad. Y pensé que todo, absolutamente todo, carecía de sentido si no le tenía a él. Durante meses me pregunté qué sería de mí después de él, qué más me podría ofrecer la vida si ya me lo había dado todo y me lo había quitado, como el drogadicto que es capaz de soportar su día a día gracias a las sensaciones que le genera un chute. Mi chute era él, era verle, era olerle, sentirle, tenerle cerca, escucharle, sacarle una sonrisa. Era mi puto chute diario. Cuando eso se acabó, no supe reengancharme a la vida, no supe dónde encontrar la felicidad que durante tantos años se me presentaba desnuda cada hora del día que le pensaba. No lo llamaría depresión porque no llegó a seis meses, pero joder, qué cinco meses tan largos, tan duros, tan cuesta arriba. Sin ganas de levantarme por la mañana, sin ningún interés por nada que me impulsara a levantarme del sofá. Simplemente hice mi vida porque es lo que tenía que hacer, porque ni mis padres, ni mis hermanos, ni mis profesores, ni mis amigos me habrían dejado quedarme en casa, porque donde yo veía guarida, ellos veían cárcel. Si no hubiera sido por ellos, no sé dónde estaría aunque sé que estaría porque, para mí, el suicidio es un acto de valentía y yo siempre he sido cobarde.

Y pensé que por ninguna persona volvería a sentir lo mismo, que por mis venas no correría nunca más la esperanza, que la ilusión ya no me pintaría los ojos, que los edificios siempre estarían desteñidos, que ninguna relación merecía la pena, que ningún chute volvería a hacerme sentir igual, que nunca me volvería a enganchar al amor o a la vida, que al fin y al cabo es lo mismo. Y mírame, estoy aquí, enganchada a otra persona, aferrada a la complicidad que mantiene una pareja, haciéndole sentir a las mariosas sensaciones nuevas, cambiando intensidades, cambiando frecuencias, cambiando ritmos. Y si esto se acaba a alguna vez, probablemente vuelva a pensar lo mismo que aquella chica con 15 años: nunca volveré a sentir lo mismo, no habrá nadie que me llene como lo hacía él, el amor no merece la pena, para qué querer a alguien si luego se va a ir... Aunque hay una diferencia y es que ahora creo que todas esas frases son necesarias para tocar fondo, para hundirte en lo más profundo, y una vez que allí, pisar fuerte, coger impulso y salir a flote. Solamente es un acto de supervivencia, el reflejo más primitivo y natural. 

martes, 7 de noviembre de 2017

Madrugadas nítidas que revelan tu rostro

 "Vuelves a mí
porque el asesino 
siempre vuelve
al lugar del crimen."



Esta noche el pasado vino a buscarme a la cama. Me escribió en las líneas de la mano tus coordenadas y mis pies indómitos echaron a correr. Te vi abriéndome las puertas de tu vida y entré tambaleándome sobre tu sonrisa. Tropecé un par de veces más con tus ojos, pero te agachaste a recogerme del suelo y me aferré a tu mano. Te miraba de reojo mientras andábamos, y ya no medías tanto como antes; tus pupilas quedaban a la altura de las mías.

Hemos recorrido los caminos que me llevaban a ti y esta vez eras tú quien me llevaba. Ha sido raro, como volver a la casa donde te has criado y encontrarla vacía. Tu mano apretaba la mía, pero por la mía no bombeaba la sangre, era como si no me perteneciera. ¿Sabes cuando se te duerme una parte del cuerpo? Creo que a mi corazón le ha pasado lo mismo. Tú, al contrario, pareces tener el huracán Katrina dentro y arrasas con los recuerdos. Me dices que tus cicatrices son anónimas porque no merece la pena llevar grabados los daños. Yo te miro cohibida y sonrío tímidamente mientras bajo la manga de la sudadera para que no veas escrito el tuyo. Descendemos por unas escaleras que tienen nuestra historia escrita en los peldaños y nos sentamos en el último, quién sabe si con el propósito de ponerle fin. Me preguntas por estos años, cómo me va la vida, si estoy trabajando, qué tal mi familia... Aunque se te olvida lo más importante; supongo que hacen falta un par de cucharadas más de coraje. Te contesto las palabras que tus oídos me piden y en mitad del ruido, me preguntas si ya te he olvidado. Un silencio mutilado se adueña de mi garganta, entonces acaricias mi rodilla, y me miras como esperando una respuesta. Mis ojos dibujan en el suelo la palabra "sí" y sonríes. Ojalá hubieras hecho tú lo mismo años atrás. Supongo que ésa era la afirmación que necesitabas para romperte los grilletes. Si te vale de consuelo, yo también he sentido algo romperse, un segundo después. 

Me tomas de la mano, nos exhibes por la calle y me adentras en las cuatro paredes de tu casa. Conozco a tu pareja, a tu perro y la cama donde el pasado vino a buscarme, donde duermes tú, donde yacemos nosotros desde este preciso instante. Sólo te pido que no te la folles ahí y respetes mi cadáver.

Atentamente, 
la chica que durante seis años sólo quiso hacerte feliz.

lunes, 23 de octubre de 2017

Las personas duelen

Para sobrevivir en esta vida, hay que estar un poco muerta. 
Y ni siquiera decirme esta verdad al espejo, me entristece. 
Creo que, al fin, le he cogido el truco.

Imagen relacionada

domingo, 27 de agosto de 2017

Cómo hacer que vuelvas...

Canción disponible en Youtube

Tengo un hueco en los ojos donde encaja tu perfil, 
seis palacios esperando a que vuelvas, 
veinte tardes de domingo diseñadas para ti 
y un ejército de besos en la puerta.
Tengo todas las palabras que no dije en el salón, 
las ciudades donde nunca fui contigo, 
quién no tiene mil promesas cuando ya no queda opción 
y quién cumple al final lo prometido...
Mala idea es abrir el corazón 
cuando viene a por nosotros el olvido. 

Cómo hacer que vuelvas 
si la urgencia que ahora siento por tu boca 
durará dos bailes y se marchará
cuando el suelo esté cubierto con tu ropa. 
Cómo hacer que vuelvas

si ayer eché a patadas a Cupido 
y hoy me muero por volver a respirar 
todo el aire que atraviesa tu vestido... 
Cómo hacer que vuelvas...


Es normal que no me creas si tan sólo empiezo a arder 
cuando mi contestador está vacío. 
Siempre quiero ir a la luna cuando ya ha pasado el tren, 
cuando siento que la nave ya ha partido .
Y no hay forma de explicarlo ni tampoco de entender 
que si no es difícil nunca va conmigo. 
Siempre suelo complicarlo cada vez que tengo sed 
lo que no tengo es valor de abrir el grifo... 
Mala idea es abrir el corazón 
cuando viene a por nosotros el olvido. 

Y cómo hacer que vuelvas 
si la urgencia que ahora siento por tu boca 
durará dos bailes y se marchará 
cuando el suelo esté cubierto con tu ropa. 
Cómo hacer que vuelvas 
si ayer eché a patadas a Cupido 
y hoy me muero por volver a respirar 
todo el aire que atraviesa tu vestido... 
Y cómo rebobinar.
Cómo vas a volver si al subir al tren yo siempre descarrilo.
Cómo rebobinar,
Cómo vas a volver si jamás te he dado más de lo que pido.

Cómo hacer que vuelvas...
Cómo hacer que vuelvas...
Cómo hacer que vuelvas...
Cómo hacer que vuelvas...

Cómo hacer que vuelvas 
si la urgencia que ahora siento por tu boca 
durará dos bailes y se marchará 
cuando el suelo esté cubierto con tu ropa. 
Cómo hacer que vuelvas 
si ayer eché a patadas a Cupido 
y hoy me muero por volver a respirar 
todo el aire que atraviesa tu vestido... 

Cómo hacer que vuelvas...
Cómo hacer que vuelvas...
Cómo hacer que vuelvas...
Cómo hacer que vuelvas...


viernes, 19 de mayo de 2017

Origen


La mano que no cogí,
el abrazo que no pude dar, 
el fruto prohibido que no mordí,
el sentimiento que no declaré, 
el te quiero que no supe pronunciar, 
el beso que no me atreví a dar, 
la llamada que no hice, 
el adiós que no supe decir, 
el coraje que nunca tuve...

El error que jamás cometí.

viernes, 21 de abril de 2017

Tarde

Entre la humareda, aparece su figura para guiñarme un ojo, con esa asquerosa seguridad que la caracteriza. Como si con una propuesta le valiera para tenerme. Y la verdad es que algo de razón lleva porque el miedo se apodera de mis pupilas, que tiemblan con cada paso que da. Juro que en este instante, me encantaría acercarme y partirle la boca en cien mil besos con sabor a rencor y nostalgia, pero, sobre todo, con sabor a pasado. Le haría añicos la ropa y pedazos el pecho para que al menos, un abrazo mío le valiera como excusa contra el frío y la soledad. Me encantaría abofetearle la mirada hasta sacudir de ella las esperanzas que un día colocó sobre el cielo de Madrid para que así, al caer, se le clavaran las puntas. Ojalá al mirarla pudiera ensuciar sus tripas con mariposas que acaban de nacer, como hizo ella cuando la conocí.

Tenerla de nuevo, ahí, tan cerca, me vuelve loco. Quiero que entre en mí y que seamos uno. Deseo probarla como siempre, como nunca antes. Saborearla, olerla, esnifarme sus dudas, que convenza a las mías. Aunque sé que no es buena opción. Que nadie recomienda engancharse a aquello que te hace daño. Pero nunca me ha gustado aceptar consejos de otros.

Tanto tiempo la he necesitado. Tanto... 
Tanto tiempo me ha tenido. Tanto... 
Que ahora parece que no sé vivir sin ella. 
Sin su frenesí, su lujuria, su paciencia, su manera de inspirar, su cura a mi locura, sus ganas de vivir, de experimentar. Parece imposible que detrás de una piel tan pura, se halle tanta maldad.

Recuerdo que me tenía envenenado. Y que yo me la pinchaba en vena. Y que además, sonreía porque ella me daba su calor, a pesar de tener los pies fríos hasta en verano.

Ella. Tan natural como el caos. Tan caótica como la naturaleza. Viene, de nuevo, a por mí, Yo me quedo quieto.

Lo mejor es que sólo me quedan unos segundos hasta que me alcance. Pero no os preocupéis; éste será el último tiro, porque he aprendido a quererme, pero a destiempo.

jueves, 9 de marzo de 2017

Confesiones

Ni puta ni santa. No soy de extremos, sino de picos. Ya sabes, puta cuando puedo, santa cuando debo. Soy esclava de mi mente, paradójico en una psicóloga. Muchas noches no puedo dormir. A veces, ni la televisión puede atontarme la cabeza lo suficiente para descansar. Siempre estoy cansada. Nací cansada, vivo cansada y moriré de cansancio. Al principio todo me da pereza, pero luego me cuesta parar. Lo mismo en el amor. Llevo desde los 9 años involucrada en relaciones. Mi primer beso fue con esa edad, con mi primer novio y fui yo la que dio el paso. Sin embargo, el 90% de besos restantes los he recibido, tras haberlos provocado. Me encanta poner a la gente a prueba. Me fascina ver hasta dónde puede llegar un tío. Me gusta más la situación de tonteo que el hecho de follar en sí. Los tíos no son penes con patas. El sexo para mí es otra cosa. Si quiero meterme una polla, me la compro. No me gusta "hacer el amor". Me gusta follar. El amor se hace día a día con los pequeños detalles. El tamaño importa. No me gustan las despedidas, pero odio los finales abiertos. Me incomoda la incertidumbre, así que necesito tener el control de las cosas. Tengo rumiaciones constantes, las uñas mordidas, heridas en los dedos, migraña e insomnio puntual. Interiorizo casi todo lo que me pasa por no hacer daño a los demás. Todos los días me duele alguna parte del cuerpo. Como chocolate varias veces al día, creo que soy adicta. Soy muy celosa a nivel irracional, aunque razonando no mucho. Siento que dentro de mí conviven dos personas y que una de ellas casi nunca se deja ver por miedo. Me gustaría ser más valiente, pero no me sale. No soy muy sociable con la gente. De hecho, exterminaría al 70% de la raza humana. Cada vez tengo menos esperanza en la sociedad. Antes sólo me fiaba de mí misma, ahora ni eso. Me siento diferente. Me encanta salirme de estereotipos. Soy futbolera y futbolista desde que tengo memoria. Y sí, también leo y escribo poesía. A veces, me pongo cachonda con un "te quiero" y me emociono con sexo hardcore. No sé controlar mis emociones. Soy muy sensible aunque lo intente disimular. Cuando me enfado de verdad suelo quedarme callada porque soy incapaz de expresar lo que me pasa sin llorar. No sé hablar cuando lloro. A veces, siento que tengo un mantial indomable dentro. También me considero risueña, aunque casi siempre tenga cara seria. Me gusta estar sola. Paso la mayor parte del tiempo sumergida en mis pensamientos. Tengo un mundo interior propio por explorar. Considero que tendré éxito en mi profesión a pesar de todo. Lo que menos soporto en esta vida es que se pierda el tiempo, por eso casi siempre estoy haciendo cosas útiles. Me cuesta mucho desconectar. Y sí, el agotamiento físico es la mejor forma para conseguirlo. También que me cambien los esquemas, por eso muchas veces necesito un "córrete, puta" y un "fóllame, cabrón". Conciencia versus apetencia. Así, todos los días de mi vida.

viernes, 28 de octubre de 2016

Somos lo que el miedo nos permite ser

- No puedo, tengo vértigo -dijo mirando al frente.
- Claro que puedes. Sólo es un salto -contesté.
- Hay demasiada altura. Si lo hago mal, puede que no haya vuelta atrás -su cuerpo parecía hormigón.
- No importa la altura. Tienes que saltar y esperar que, cuando caigas, te salgan alas -clavé mi mirada en su rostro de perfil -. Vamos, confía en ti.
- Confío en mí, pero esto es una tontería. Es la forma más estúpida que conozco de hacerme daño -hizo un amago de dar un paso atrás.
- Es tu miedo el que habla por ti. ¿No entiendes que siempre te vas a dañar si no confias en ti misma? No puedes vivir a la espera de que alguien te dé el impulso. El salto está en ti y si no saltas, no vas a dar un paso hacia delante nunca más.
- ¿Para qué quiero avanzar si después caeré? -sus pulsaciones se agitaban.
- A veces sólo salimos a flote cuando vemos de cerca el abismo. Entonces, como por arte de magia, algo crece en nosotros en el último segundo y conseguimos despegar. Es hora de que lo sientas -puse mis manos en su espalda.
- ¿Vas a empujarme? -su voz tiritaba de miedo.
- No. Eres tú la que va a saltar, yo soy voy a darte mi apoyo -apreté mis dedos contra sus costillas y saltó. 
- ¡¡Lo conseguí!! ¡¡Estoy volando!! -gritaban sus pulmones desde arriba mientras yo me alejaba satisfecho.



- ¡Eh! ¡Espera! ¡No te vayas! ¿Cómo puedo bajarme de aquí? ¡Te necesito!
- Tú procura disfrutar del viaje que ya la vida se encargará de que tropieces y caigas y entonces, sólo entonces, nos volveremos a ver.
- ¿Y si consigo dominar el vuelo y nunca caigo?
- Cariño, volar es un arte efímero. Todos caemos. Y tú caerás también. Pero no te preocupes, ya sabes lo que tienes que hacer. Tú sólo salta y confía -guiñé el ojo y me fui.