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viernes, 28 de octubre de 2016

Somos lo que el miedo nos permite ser

- No puedo, tengo vértigo -dijo mirando al frente.
- Claro que puedes. Sólo es un salto -contesté.
- Hay demasiada altura. Si lo hago mal, puede que no haya vuelta atrás -su cuerpo parecía hormigón.
- No importa la altura. Tienes que saltar y esperar que, cuando caigas, te salgan alas -clavé mi mirada en su rostro de perfil -. Vamos, confía en ti.
- Confío en mí, pero esto es una tontería. Es la forma más estúpida que conozco de hacerme daño -hizo un amago de dar un paso atrás.
- Es tu miedo el que habla por ti. ¿No entiendes que siempre te vas a dañar si no confias en ti misma? No puedes vivir a la espera de que alguien te dé el impulso. El salto está en ti y si no saltas, no vas a dar un paso hacia delante nunca más.
- ¿Para qué quiero avanzar si después caeré? -sus pulsaciones se agitaban.
- A veces sólo salimos a flote cuando vemos de cerca el abismo. Entonces, como por arte de magia, algo crece en nosotros en el último segundo y conseguimos despegar. Es hora de que lo sientas -puse mis manos en su espalda.
- ¿Vas a empujarme? -su voz tiritaba de miedo.
- No. Eres tú la que va a saltar, yo soy voy a darte mi apoyo -apreté mis dedos contra sus costillas y saltó. 
- ¡¡Lo conseguí!! ¡¡Estoy volando!! -gritaban sus pulmones desde arriba mientras yo me alejaba satisfecho.



- ¡Eh! ¡Espera! ¡No te vayas! ¿Cómo puedo bajarme de aquí? ¡Te necesito!
- Tú procura disfrutar del viaje que ya la vida se encargará de que tropieces y caigas y entonces, sólo entonces, nos volveremos a ver.
- ¿Y si consigo dominar el vuelo y nunca caigo?
- Cariño, volar es un arte efímero. Todos caemos. Y tú caerás también. Pero no te preocupes, ya sabes lo que tienes que hacer. Tú sólo salta y confía -guiñé el ojo y me fui.

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