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viernes, 8 de noviembre de 2013

Te odio queriéndote



Y aunque intente aparentar que no me molesta, me destroza tu indiferencia. No existe arma más dañina que esa, no la indiferencia, sino TU INDEFERENCIA. Me hiere y ni siquiera así consigo dejar de ir tras de ti. Mi actitud sobrepasa el límite de lo absurdo. Y no sé qué es peor… menudos estamos hechos. Lo nuestro es la historia interminablemente terminada. Lo nuestro, o lo mío, solamente. Ya no sé ni qué pensar. Solo sé que contigo es una de cal y otra de arena, y por esa maldita arena aquí sigo, intentando profundizar en el mar de tus ojos. Ojalá abrieras un resquicio de tu alma y me dejaras entrar. Te prometo que no te la descolocaría, tampoco te cambiaría cosa alguna ni me llevaría ni te dejaría nada, tan solo echaría un vistazo a ver si consigo una pista que me permita seguir las huellas de tu impenetrable corazón. Pero eso es tan improbable como mirarte a los ojos sin sentir… Llevo años conviviendo con la dura idea de que eres  imposible tanto como ser el motivo de tu sonrisa... Y el caso es que no me acostumbro. Dame tiempo pues  soy de aprendizaje lento y de sentimientos fuertes. Verdaderos como los que más. Además, me provocas dulces muertes emocionales que me hacen sentir viva, ¿irónico, no?. Quizá estúpido. Sí, quizá sea más esto último. No puedo evitarlo… Me ilusionas, me desilusionas, me alegras, me entristeces, me alivias, me perturbas, me buscas, me ignoras. Torbellino sentimental de alto nivel. En eso eres bueno, ¿eh?. Realmente bueno… Tal vez esa puta incertidumbre sea lo que me ata, sin cuerdas, a ti. 

Solo puedo decirte que eres el dolor más bonito de mi vida.



Te odio queriéndote