La odiaba
como se odian las cosas que más gustan.
La odiaba
como al domingo, porque le incitaba a reflexionar.
La odiaba
como a la música, porque le abría en canal.
La odiaba
como a la lluvia, porque le hacía romper a llorar.
La odiaba
como se odian las cosas que te surcan el alma partiéndola a la mitad,
agitando y
revolviendo todo, para bien y para mal.
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