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sábado, 4 de enero de 2014

Marcando la diferencia

Estar soñando contigo y despertarme sobresaltada. 8:25 de la mañana. ¿Qué hago despierta a esta hora?. Casi sin dar tiempo a que mi cerebro encuentre la solución a dicha pregunta, un impulso me lleva a coger el móvil. Un mensaje tuyo aguarda, como si fuera cosa del destino. Estoy a punto de restregarme los ojos y, mirar la pantalla, con solo uno de ellos pues la pereza del otro le impide destaparse de los párpados, arriesgándome al dolor de cabeza mañanero y rutinario que me genera ese ritual, pero es un mensaje de voz. Sabes cómo hacerme sonreír. Cierro los ojos y dejo que mis manos curiosas palpen el fondo del cajón hasta encontrar, al fin, los cascos. Intento relajarme, solo es un mensaje. Con tu voz, que no sé qué quiere decirme. Qué ha podido pasar. Tu imagen. Tu mirada. Un mal presentimiento. Decido dejar de pensar y silenciar la incertidumbre subiendo el volumen de los auriculares. Buenos días, mi niña... Sonrío. Quizá no sea nada malo. Vuelvo a pulsar el play impaciente por destapar esa duda. Me han surgido unos asuntos que tengo que resolver esta tarde, por lo que no nos vamos a poder ver.... Stop. Sin dejar que exponga sus argumentos, me dedico a imaginarlos. 60 eternos segundos en los que la bipolaridad alcanza su máximo, pensando en si mosquearme ya o continuar la grabación. Opto por la segunda opción. Play. ... después de las 5 de la tarde. Como no puedo controlar estas ganas de verte, he llamado al trabajo diciendo que estoy indispuesto y que hoy no iré. Sonrío. Qué idiota - pienso. Continúo visualizando la escena. Así que, ¿qué te parece que nos veamos por la mañana?. Sé que no debo pedirte nada, pero... me haría tan feliz verte, aunque fuera 10 minutos... ¡Me salto las normas por ti!. ¿Intenta impresionarme con esa actitud de "machote"?. Me río. Qué rebelde - pienso. Pero no lo tendrá tan fácil, no conmigo. Mi mente malévola decide ponerle a prueba. Escribo: ¿Me cuentas por qué no podemos quedar esta tarde o dejamos aquí la historia?. Al instante la respuesta. Se las gasta bien. Otro mensaje de voz. Sus motivos no me agradan lo suficiente. Mi desconfianza innata empieza a florecer. Si te soy sincera, se me han quitado las ganas de verte. Bloqueo el móvil dejándole con la palabra en la boca. Sé lo que molesta, pero no me interesa lo que me cuente. Nuestro plan estaba antes. El móvil empieza a vibrar continuamente. Lo miro de reojo. ¿Y si estoy siendo muy dura?. El interés me vuelve a vencer. Más mensajes. Varios "lo siento" se escapan de su boca. Menos palabras y más hechos - pienso. No quiero darle más vueltas. Mi cabeza se satura y la jaqueca reaparece. Me giro e imagino cómo sería si le viera en unas horas. El cosquilleo me puede. Otra vibración y mi mano insumisa se lanza hacia el móvil. Lo vuelvo a mirar. Me surge otra pregunta de nivel: ¿Qué harás si no nos vemos hoy? Quizá estés perdiendo un día de trabajo a lo tonto. Lo envío rápido, pero no más que su respuesta. Su voz seductora. Ya que no puedo dedicarte la tarde, te dedicaré la mañana. Si estás conmigo, estaré ocupado haciéndote sonreír. Si no estás conmigo, estaré ocupado pensando en ti. Definitivamente es idiota. Un idiota encantador. Sonrío. Me ha ganado, pero no quiero que lo descubra. Me hago de rogar. Quiero que insista. ¿Se rendirá?. Si lo hace, no es tan espectacular como creo. Ese último pensamiento me tranquiliza. Nuevo mensaje. ¿Qué me dices, me dejas verte?. Unos minutos de duda. De nuevo un mensaje. Al móvil me llega una foto. Él, sus ojos, su sonrisa. Vaya, me tiene cogida la medida más de lo que pensaba. Quizá sí sea tan espectacular como creo. Continúo con el juego. ¿Dónde estás?. Un mensaje suyo. ¿Dónde te gustaría que estuviera?. Me deja sin palabras, le odio. Sonrío. Busco la palabra adecuada, respondo: Cerca..., y le doy a enviar. Oigo su nuevo mensaje: Estoy donde vives, ¿así de cerca te parece bien?. Me acuerdo de su excusa para faltar al trabajo y me vuelvo a reír. Al final va a ser un rebelde. Una última prueba más: Tengo que desayunar, ducharme, arreglarme... ya sabes cómo somos las mujeres. Podría tardar hasta 2 horas. Responde. Contigo no tengo prisa, puedo esperar lo que desees. Estoy a tu entera disposición. Esa última frase marca la diferencia. Hay pocos así, ¿eh? - me digo a mí misma. Vale la pena. Me levanto y me preparo tranquilamente. 2 horas son 2 horas... me río con malicia imaginándomelo aburrido en una cafetería o sentado en su coche. Se me ocurre un comentario final. Vuelvo a coger el móvil. Lo bueno se hace esperar.... Su pregunta: ¿Y lo mejor?. Mi respuesta: Lo mejor se hace de rogar. Última respuesta: Entonces, te rogaré lo que haga falta. Me meto en la ducha... 


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