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domingo, 29 de diciembre de 2013

Nochevieja

En estas épocas de nostálgica navidad, donde el pasado llama tímido a la puerta y la vulnerabilidad la abre, permitiendo el paso desmedido de recuerdos que avivan la llama del sentir, el corazón se apodera de las entrañas. 


Otro año que echa el cierre y uno nuevo que festeja su propia abertura. Una inaguración donde no pueden faltar los mensajes, las bromas, las felicitaciones, las llamadas, los besos y los abrazos de amigos y familia. Donde no puedo evitar acordarme más de los que no están que de los presentes. Donde no puedo evitar acordarme de ti. Tu ausencia presente y constante. Un recuerdo efímero, ya que esta noche tampoco te la regalaré. La noche familiar toca su fin con el sonido agudo de unas copas que, repletas de champán, brindan por unos 365 días mejores que los anteriores y que se vacían llenando la ilusión de lo que está por llegar.

Mi deseo para el 2014 no se separa demasiado de la línea que marcaban los años que se han dejado atrás. Simplemente quiero tener a los míos cerca, seguir acumulando experiencias en mi piel, sensaciones en mi interior, recuerdos en mi memoria y sueños en mis pestañas. Me gustaría seguir avanzando, ganándole la partida a las agujas del reloj, y seguir creciendo como persona. Ojalá toda la gente a la que quiero, estén en mi día a día o no, sean felices o, al menos, luchen por serlo, y les vaya todo bien para hacerles el camino más llevadero. Seguro que este año es mejor que el anterior, puesto que la calidad de este viene marcada por la actitud que tengas frente a él, y la mía es innegociablemente la mejor. Esperanza, alegría, coraje, fuerza y ganas, muchas ganas. Otro año que me otorga la posibilidad de seguir descubriéndome, de seguir siendo yo; una oportunidad que no desperdiciaré por nada ni nadie.


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