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viernes, 9 de septiembre de 2011

Flechazo


Una tarde, aparentemente común, charlando con amigos en un banco de un parque, giré la cabeza, y una figura a lo lejos me intrigó. Avanzaba rápido, con paso firme y seguro. Playeras con aire juvenil, vaqueros ajustados, camisa de cuadros... seguí alzando la cabeza hasta que me encontré perdida en tus ojos. Mi mente te reconoció y mi corazón dio prueba de ello, pues su latido adelantaba a tus pasos. Mi deseo dejaba atrás la realidad. Y mis palabras chocaron con las tuyas, desbordando así, una sonrisa recíproca que alentaba al sentimiento. Tres, cuatro, cinco segundos, no más, en los que mi mirada y la tuya se mantenían dulces y curiosas. Tú te alejabas lentamente, volteando la cabeza hacia atrás, sin perderme de vista. Sonrisas sinceras que se hicieron notar.
Acabado este instante, fugaz pero eterno al mismo tiempo, el ambiente cambió radicalmente. Miradas pícaras y sonrisas entrometidas que me pedían explicaciones. Y yo, presa de la incertidumbre, sólo puede decir: "No busquéis explicación a lo que ha pasado. El amor no se explica, el amor se siente. Y ojalá que él también lo haya sentido"

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