Visitas

viernes, 18 de mayo de 2012

Ofreciendo amistad


Y te comportas conmigo como antes, intentado dejar a un lado lo que ocurrió, bueno, lo que yo quería que ocurriera pero que evitaste. Vienes, me encuentras, sonríes, me saludas, me preguntas qué tal me va todo y te muestras encantador, como un buen amigo. Yo, en un acto reflejo, te devuelvo la sonrisa, te respondo y te pregunto lo mismo intentado dejar a un lado la tensión y actuar como una amiga tuya lo haría. Tú contestas y un silencio se apodera de nosotros. De repente mi mente me transporta a aquella noche... Todo apagado, tú y yo, tan cerca y tan lejos, bailando, pegados, creando el momento, y yo intentando alcanzar tus labios, contemplando tu preciosa sonrisa, y de nuevo tus ojos... que no sé qué tienen pero me encanta sumergirme en ellos porque cuando miro tus pupilas y me adentro en tu mirar el mundo deja de existir y solo permanece una sensación de bienestar a la que me declaro adicta. Uno, dos, tres intentos fallidos hasta que me rendí... Entonces me hablas y vuelvo al presente, al instante en el que nuestras miradas vuelven a encontrarse. Te despides de mí a la par que te alejas. Y mientras tú estás dado la vuelta marchando en tu caminar, yo te miro una vez más, quedándome asombrada por las sensaciones que experimento cuando estoy cerca tuya. Te observo y pienso: ¿Por qué tú? No eres mi tipo aunque tienes ese algo... Y para cuando quiero terminar la frase ya no estás. Y mi cabeza se agacha contemplando el suelo. Mis manos se meten en mis bolsillos. Mi cuerpo parece vencerse y mis pies hacen que gire. Doy media vuelta y me voy.

No puedes ofrecer pan a quien tiene sed.

No hay comentarios:

Publicar un comentario