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viernes, 11 de septiembre de 2015

Luchando

Tirarme en paracaídas desde un avión. Hacer puenting. Poner el coche a doscientos. Hacer ejercicio hasta que me duela respirar. Sobrepasar mis límites. Sentir miedo, temor, pánico, dolor, angustia. Eso es lo que me pide el cuerpo cuando estoy jodida. Cuando el valor de las cosas decae, cuando la vida se destiñe y los días solo son losas sobre las que caminas. Es una putada sentirse así. Creer que no importa tanto lo que te pase. Y entonces tener valor para arriesgar. Saltar desde un puto barranco y pensar: "¿qué más da si no vuelvo?" O esperar que el dolor físico alivie el mental. Machacarte los músculos o inflamarte los tendones para despistar al puto pecho izquierdo. Jadear. Gruñir. Gritar. Aliviar la rabia. Soltar la impotencia. Expulsar el rencor. Romper a llorar viendo como el corazón se parte en añicos y se te clavan en las entrañas. Y ciertamente, ese dolor es menor que cuando está entero pero lleno de grietas.

No hay piel que soporte que te quedes quieta mientras te vas rompiendo.

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