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viernes, 5 de junio de 2015

Dar la mano o estamparla

"No sabes perder", es una frase que desde pequeña me han repetido constantemente. Comenzó con el deporte, porque como ya sabréis, soy una persona muy competitiva y claro que lo practico porque lo disfruto, pero lo disfruto más si gano. Ese sentimiento me ha acompañado en estos 20 años de vida como un perro fiel. Siempre esa lucha interna entre dar la mano al que te supera o mandarle a la mierda. Y es que, cuando alguien me supera y considero que se lo ha ganado, me quito el sombrero de la cabeza con tanta facilidad que parece que se me ha caído. Sin embargo, felicitar a otro por habérselo currado menos que yo y haber obtenido más éxito es algo que me araña la piel. Soy consciente de que hay gente mejor que yo, claro que sí, igual que hay gente que es peor que yo en otras cosas. El problema viene cuando creo que no son mejores que yo y sin embargo, los cabrones me superan. En momentos así me entra ganas de darle de hostias a la vida y gritarle: ¡¿Pero qué mierda de valores pretendes transmitir a la humanidad?! Entonces, esa persona que tocándose los huevos, coge y saca más nota que yo, y se descojona fardando de la suerte que tiene saca a lucir mi instinto más primitivo y me entran ganas de darle la charla que la típica profesora de instituto daría: ¿no entiendes que el resultado es lo de menos, que en realidad no sabes nada y tu interés por aprender es mínimo? ¿que si has sacado esa nota es por la flor en el culo con la que naciste y no porque seas un genio? ¿crees que en la vida te va a ir bien siendo así? ¡qué inmaduro! Me agota ver la cantidad de gente que está orgullosa de sí misma por no hacer nada y tener más éxito que otros que sí se lo han trabajado. Y desde aquí, me cago en la teoría del Karma, que igual me está queriendo decir que hasta que no aprenda a perder, no mereceré ganar. Normalmente, cuando me pican, tiendo a dar lo mejor de mí, pero llega un punto en que pierde la gracia y sobre todo el sentido, hasta que acabo afrontando el resto de situaciones con un sabor agridulce en la mirada.

Pero me niego a traicionar mis valores. Si me apasiona algo, lucharé por ser de las mejores en ello, no porque los demás me admiren ni mierdas de esas, sino por dar las lecciones que a veces, se le escapan a la vida.

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