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martes, 29 de julio de 2014

Rayadas que no vale la pena leer

Últimamente estoy optando por no pensar demasiado lo que hago, por dejarme llevar, por ser menos racional, para saber qué siente la gente que es más impulsiva. Supongo que si en este tiempo apenas he escrito es porque aparentemente todo está bien en mi vida. Porque elegí reflexionar muy poquito. Pero en cuanto empiezo a hurgar en mis cicatrices, a meditar mis actitudes, a juzgar mis comportamientos, a discutir mis pensamientos, me doy cuenta de que las cosas no van bien. Quizá sea por esa manía mía de ver siempre un trasfondo triste y pésimo en las conductas humanas. Algo que, por otra parte, me viene de lujo al intentar escribir. Y es curioso porque en este momento de mi vida me siento más yo que nunca pero también me cuesta reconocerme. Incluso según estoy escribiendo esto, estoy pensando: "Qué coñazo de tía, ¿desde cuándo le cuentas a tus lectores tus rayadas? ¿Por qué no les hablas directamente de sentimientos, de sensaciones, como siempre has hecho?". En fin, que cuando me decanto por ser más impulsiva no estoy a gusto y cuando me decanto por ser más racional tampoco. Hay que joderse con el ser humano. Si, con el ser humano porque creo firmemente que todo aquel que se para a mirarse fríamente en un espejo, a escupirse las verdades a la cara y a indagar en sus actos acaba hecho mierda. Y por eso queridos amigos/as estudio psicología. A ver si tengo narices de aclararme. Como siempre, mi lado masoca intentará estos días hacerme tambalear por esta línea de seguridad que trazo, por este camino recto que supuestamente sigo, y tal vez me deje llevar y acabe recapacitando más de la cuenta y aparezca por mi blog contando penas. Yo antes molaba... ¿o no?

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