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domingo, 12 de agosto de 2012

Soñando sin querer

Y te imagino aquí, tumbado en mi cama, a mi izquierda, duermiendo con esa cara angelical. Y te miro desde arriba, apoyando el cuerpo sobre mi brazo y sonrío. Sonrío como una niña pequeña cuando le dan una chuche. Observo tu pelo, impecable, perfecto incluso después de haber dado veinte vueltas en la cama. Tus ojos los cuales, aún estando cerrados, me permiten ver la pureza de tu alma. Tu nariz y la marca que la caracteriza, que quizá en otra nariz quedaría antiestética pero que a ti te queda ideal, haciéndote único. Miro tus labios y suspiro... ¡Cuánto desearía besarlos! Y me quedo pensativa, soñando por segunda vez. Acaricio suavemente tu mejilla para no despertarte y deslizo mi dedo por tus labios, la única forma de palpar su textura... Y de repente un impulso. La necesidad de unir tu boca con la mía. Lentamente me aproximo. Despacio. Muy despacio. Estoy ahí, a un suspiro de tus labios. Te mueves involuntariamente y me alejo rápidamente. Sigues dormido aunque has girado la cabeza. Algo te ha incitado a evitar ese momento, como en la vida real, como siempre... Entristezco por un momento. Decido dejarme de ilusiones y me conformo con apoyar mi cabeza en tu pecho. Rodeo tu cintura con mi brazo derecho. Te tengo entre mis brazos por una noche aunque desearía que lo estuvieras de por vida. Me recuesto hasta coger la postura y Morfeo me acaba venciendo. 
Unas horas después el sol mañanero entra por mi ventana. Los rayos de sol me eclipsan, acaban con mi descanso. Abro los ojos como puedo e inconscientemente deslizo la mano por donde debería estar tu cuerpo. La sensación de bienestar desaparece fugazmente. Abro los ojos lo máximo que puedo, y miro hacia mi izquierda. No estás. Ha vuelto a ocurrir...

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