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lunes, 24 de junio de 2013

Los polos semejantes también se atraen


Ella era la clásica chica dura hecha de un material semejante al de las rocas. Sus palabras eran inhirientes cada vez que se lo proponía. Nada estaba a su altura, ni con tacones de 15 cm podían hacerle sombra. Era distinta al resto. Gélida como un glacial, temperamental y testaruda como buena tauro, directa como una bala, una mezcla peligrosa como la del agua y la electricidad. Esa chica que llevaba como lema: "¿Amor? prefiero vodka" y que se reía de esos idiotas enamorados que no podían vivir el uno sin el otro. Pero, de repente, casi sin darse cuenta, entró en su vida la persona idónea que le hizo ser mejor persona. ¿Quién le diría que acabaría locamente enamorada?. Es el encanto del amor. Capaz de juntar a la personas más dispares, de formar las parejas más extrañas, de endulzar la vida y de darle un color especial al día a día. Ella le miraba embobada con la sonrisa de la bella durmiente pues solo se le despertaba cuando él la besaba. El roce de sus labios provocaba un torbellino de emociones que arrasaba con las dudas y los temores rápidamente. Por eso quizás era tan adicta. Quería esnifar el olor de cada poro de su piel, pincharse cada te quiero que le dedicó, beberse a morro su boca cuando esta pedía más y más, fumarse los gemidos que en la noche despertaban... quería todo de él, le deseaba más que a su propia vida.


Pero él no era fácil, dependía de su independencia. Solo la soledad le acompañaba en cada viaje. Chico escurridizo que se escapaba como el agua entre las manos. Paso firme y mirada al frente como rasgos distintivos. Único entre lo común. Tan individualista que su palabra favorita la formabam la "y" y la "o". Alguien que no se dejaba atrapar bajo ninguna circunstancia. La dificultad de viajar a su corazón se comparaba con la poner un pie en la luna, pero ella... Ella era el universo para él. La estrella que siempre veía cuando miraba al cielo, el reflejo de la luna en el cristal de su ventana, la suave brisa que le acariciaba cada madrugada. Y es que, era ella la chica de sus sueños, aquella por la que perdía la cabeza, de la que dependía y con la que deseaba compartir su soledad para sentirse libre. 

Y sin saber por qué, el destino les cruzó otorgándoles la oportunidad para estar juntos. La experiencia de amar y de ser amados les transformó, formando así una pareja por la que nadie habría dado un duro. Y es que, es ahí donde reside la magia. ¿Quién dijo que solo los polos opuestos se atraen?. 

 

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