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sábado, 30 de marzo de 2013

Siempre se te dio bien eso de amar

Me alegra verte feliz. Me compensa saber lo a gusto que estás con esa chica a pesar de que para ello tuviéramos que alejarnos. Ambos sabíamos que yo no podría corresponderte más que como amiga y que eso, en un principio, parecía bastar pero que, según pasaban los meses, se iba hacia más insostenible, hasta llegar a ese punto en el que había que tomar una decisión. Entre la espada y la pared. El amor o la amistad. Yo, pidiéndote lo segundo, y tú, suplicando lo primero. Sabíamos que nada se podía hacer... ¿Cómo se finge amor? ¿Cómo se empieza una relación cuando realmente no quieres? ¿Cómo se mantiene una amistad cuando lo que se siente es pasión? Una situación difícilmente sostenible. Dos personas que se querían, cada una a su modo, y que se estaban haciendo daño casi sin querer. Y así, tras siete años te alejaste de mí. Yo lo comprendí y, también, con todo el dolor de mi corazón me fui distanciando, dejándote el tiempo y el espacio necesarios para que pudieras olvidarte de mí. Sin duda, una de las decisiones más complicadas de mi vida. ¿Hay una prueba de amor más real que esa? Alejarte de alguien a quien haces daño para intentar que esa persona pueda volver a ser feliz... Así lo pensamos y así lo hicimos.


Y ahora míramos. ¿Cuántos años han podido pasar? No lo sé. No le encuentro sentido a contar los años que llevas sin alguien...   El caso es que tú estás feliz con una chica a la que amas con locura, que te corresponde de igual forma, a la que le entregas todo lo que puedes con tal de verla sonreír, a la que cuidas, a la que proteges, a la que pones por encima de cualquier cosa. Y yo... yo me alegro porque así sea. Quizás no se te daba muy bien el fútbol, ni la escritura, ni la música, pero hay algo que desde que te conocí supe que se te daba bien: amar.

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