Visitas

sábado, 12 de febrero de 2011

Tu mirada me ha contado esta historia

Y de repente mi cuerpo se giró mientras su cabeza se elevaba guiada por el compás de mi corazón. Conforme se apresuraba, mi sonrisa iba creciendo. Mis labios, húmedos, suspiraban, mientras algo dentro de mí no dejaba de revolotear. De pronto, dos miradas se encontraron. El tiempo se paró durante tres silenciosos segundos. Los ojos estaban hablando. Lo demás carecía de importancia. Dos cuerpos frente a frente después de tanto tiempo. Dos corazones prisioneros de las circunstancias. Dos almas que conectaban como si de gemelas se tratase. Al cabo de tres segundos, el mundo se puso de nuevo en marcha. Él se acercaba con un paso lento pero firme. Yo, por el contrario, no podía dejar de temblar. Mi cabeza se llenaba de interrogantes, de palabras, de sentimientos, todo se estaba complicando. Él, mientras tanto, se limitaba a disimular su verdadera compostura. Había llegado el momento. Ambos lo sabíamos pero nos manteníamos uno frente al otro, quietos, silenciosos, pensativos y misteriosos.  Decidimos dar el paso a la vez, y entre sonrisas tímidas, rostros sonrojados y miradas cómplices me agarró de la cintura, dejando caer así mi mano sobre su brazo. Cinco centímetros de distancia y sin poder sobrepasar ese límite. Como si le ofrecieran a un niño un caramelo, se lo pusieran cerca de la boca y de repente se lo quitaran. Así me sentí. Nos dimos dos besos con cierta picardía mientras nos mirábamos fijamente las pupilas, intentando descubrir qué es lo que confesaban aquellos ojos. Una sensación de tranquilidad y sosiego me arropaba junto con aquel olor que desprendía por cada poro de su piel. Ese maldito olor que despertaba mis instintos primarios. Y sin saber muy bien por qué, tras una breve pero intensa conversación, tuvo que marcharse. Yo quedé presa de su figura y no pude hacer más que contemplarla en la distancia. Cuando pensé que había acabado todo escuché nuevamente una voz a lo lejos. Sí, era la suya. Era su voz que se despedía con una sonrisa entristecida y melancólica como premio a la soledad. Intentaba que no se alejara demasiado de mí pero el tiempo cobró velocidad. Y sin más piedad, empezó a acelerar y no se detuvo hasta que me encontré sola otra vez. En aquel inmenso pasillo. Todo se volvía gris. Algo tan intenso y tan fugaz se evaporó como si de agua se tratase. Sin más remedio abandoné el lugar. Ese lugar que traía recuerdos felices y tristes. Aquel lugar de luces y sombras. Aquel lugar para recordar. Aquel lugar siempre será mi lugar. Aunque pasen los días, las semanas, los meses, los años… siempre fue, es y será nuestro lugar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario